lunes, 27 de julio de 2009

Hoy puede ser un gran día... y mañana también

Hoy acepté un trabajo que no me convence. Es algo así como un hobbie que tengo.

Ya había ido a una entrevista por el mismo tipo de laburo pero en otro lugar, y resultó ser algo así como "pelo corto excluyente" (vendría a entrar en el rubro de la seguridad, por lo que es entendible, es un ambiente un tanto militar). Como no estaba dispuesto a cortármelo no esperé que me llamasen, si bien la entrevista siguió un cacho más tras confesar eso y terminó con la mejor onda. Y así fue, al menos de ese lugar.

Para mi sorpresa, me llamaron de otro, afín a este, y me ofrecieron otra entrevista. Yo no entendía bien qué onda puesto que por más que no fuese el mismo lugar físicamente las normas serían obviamente iguales. Pero bueno, tal vez no les habían comunicado a estos mi imagen y convicción Así que accedí, solo podía perder un poco tiempo y en una de esas ganaba algo.

Llegué, 20 minutos tarde, para variar. Había avisado por teléfono antes de salir para ahorrarme el autodesprecio que me genera llegar tarde siempre. Me encontré con un entrevistador que daba una imagen mucho más estricta que el del otro lugar. Lo cual me hizo no poder contestar tan tranquilo como pensé que contestaría si se suponía que no tenía nada que perder. Eventualmente se hizo presente la pregunta que no podía faltar, qué onda con mi pelo. Y para mi sorpresa, cuando tuve que volver a confesar lo mismo que ya había dicho la otra vez, titubeé, y no fui claro. Me tuvo que volver a preguntar si estaría dispuesto a cortármelo o no y me costó decir que no, no porque lo dudara, estoy seguro que no lo haría, pero porque me costaba enfrentarlo (o enfrentarME, ya explicaré a continuación).

Me dijo que sí, evidentemente para algo fijo es excluyente, pero que tal vez podría ofrecerme algo eventual, lo cual no me parecía mala idea, así que me hizo esperar un cacho mientras lo consultaba y volvió con la oferta de trabajar los Sábados. De aquí en más se sucedió una seguidilla de desilusiones, porque primero pensé que sería eventual y no, sería todos los Sábados. Luego pensé que sería a la mañana O a la tarde, y no, sería a la mañana Y a la tarde (en distintos lugares, por cierto xD Tendría que volver a mi casa, almorzar y al rato salir para otro lado). Y venía así, pisteando como un campeón por la autopista de la desilusión mientras crecían mis fieles compañeros de entrevistas laborales: Miedo y Culpa.

En mi cabeza obviaban y se burlaban el hecho de que no rechazaría la oferta porque no me animaría a tener que enfrentar la búsqueda, que siempre evadí, de un laburo que sí me guste (y es que encontrar algo que guste requiere mucho más esfuerzo que algo que no) y porque el hacerlo me haría sentir la conocida sensación de estar en deuda con Madre, de quien dependo económicamente para subsistir. La misma historia de siempre.

Salí así con un trabajo que no me termina de cerrar para nada, la inventada presión de no poder dejarlo y, honestamente, la sorpresa de haberme vuelto a ver en una situación así.

No me sentí bien durante el resto del día. Y para seguir variando mis hábitos, evadí un TP de Mitología que tengo que entregar mañana en el CABA con un poco de videojuegos y siesta.

Cuando me desperté fui a la cocina para disponerme a cenar. Le pregunté a mi madre, que se ocupaba de algunos quehaceres si lo había hecho o lo haría y me dijo que no, que lo haga yo si quería, ella había merendado hace poco y no tenía hambre. Recalenté unos fideos con tuco y cuando los saqué del microondas ella abandonó la cocina para continuar sus quehaceres en otra parte de la casa, había ido a colgar unas ropas al balcón o algo así. Me senté, la radio estaba prendida. Empecé a comer pero no estaba cómodo porque me había sentado en una silla que está medio encerrada entre la mesa y la mesada, así que me cambié de lugar. No sé si habrá sido la malaonda que venía arrastrando que me habrá puesto melancólico, pero por algún motivo me vino un recuerdo a la mente, de esos que uno nunca entiende por qué se le grabaron tanto: Yo me había sentado en ese mismo lugar para terminar mi cena, solo, hace más de una década. Claro que la mesa y la silla no eran las mismas pero la ubicación sí.

La situación tampoco, solo se asemejaba en que había terminado cenando solo por un rato. En aquella ocasión mi vieja y yo habíamos discutido por no recuerdo qué, pero mi memoria emocional me indica que sentí algo así como si me “subestimara mi sentir”, no sé si fue realmente así, pero en mi recuerdo pareciera ser que algo que par ami era grande o importante para ella no lo era, y tras referirse a ello como algo menor y poco importante, abandonó la cocina para ocuparse de no sé qué cosa, y yo lloré silenciosamente. No sé si porque me ofendiera, no lo recuerdo particularmente así, fue más el simple hecho de no poder con mi hipersensibilidad y tener que pasar a las lágrimas. También creo que pudo haber algo de estrategia en eso, y haber usado el agua como llamado de atención y pedido de abrazo. Y no me fue mal, cuando volvió y me vio lagrimeando me dio banana con dulce de leche, postre que me encanta.

Yo tengo todo un tema con mi infancia, no es algo que vaya a ampliar ahora, pero digamos que no puedo adentrarme mucho en mis primeros recuerdos cómodamente sin ser visitado por una mezcla de melancolía y pena. Sensación que me di cuenta, sentado esta vez en mi cocina, que no tenía interés de sentir en ese momento. Entonces me percaté de que en la radio sonaba esta canción (que no conocía. Gracias Google por ayudarme a encontrarla =P). Y… se me escapó una sonrisa. Antes de que pudiera darme cuenta me habían invadido unas inevitables ganas de sonreír, y si bien, como reacción primera, mi siempre presente Mente empezó a racionalizar como de costumbre ante una emoción que irrumpe tan imprevistamente, yo no pretendía ofrecerle ninguna resistencia a esta última ni dejar que mi Mente lo hiciera. Y cené sonriente.

domingo, 5 de julio de 2009

Una naranja...