lunes, 7 de diciembre de 2009

La aventura del viaje

Me desperté en mi colchón. Faltaba poco para el mediodía. La luz del Sol se filtraba por las cortinas indicando que era un lindo día ahí afuera. Me levanté y prendí la computadora, sin pretender desafiar a la rutina aún. Yo había quedado días atrás en almorzar con una pelirroja de mi pasado pero El Deber me susurraba que no era todavía el momento para reencontrarme con gente que hace tanto no veía y decidí ocuparme de lo que tenía que ocuparme, respetándolo por un rato, al Deber. Fuí a lo del herrero a buscar unas ménsulas que había encargado en la semana para mi escritorio. Me sentía contento de cerrar por fin con ese tema pendiente hace años, se sentía bien porque me daba espacio mental para ocupar con otras cosas más provechosas (espacio que sin saberlo aún necesitaría en las próximas casi 40 horas de vida, ignorante en ese entonces de que ya empezaba así a ir contra la rutina adentrándome en una aventura increíble).

El viaje a pie de regreso fue algo tedioso y el calor hacía que la pintura no del todo seca se pegue en mis manos y ropa. Cuando llegué a la puerta de mi edificio me sonó el celular, uno de mis jefes me anunciaba mi horario de entrada de ese día. Tenía tiempo para llegar temprano, pero eso hubiera sido demasiado drástico para mi, la ida contra la rutina debía ser más sutil (además no es fácil dejar de ser un pelotudo de la noche a la mañana), así que como es de esperarse... salí tarde y llegué aún más tarde.

A diferencia de cualquier otro día donde no hubiera importando mucho mi retraso (mejor dicho, donde no importa mucho mi retraso), ese día debía llegar a tiempo para recibir un envío de comida para una ceremonia del día siguiente. No recibirlo complicaba bastante las cosas ya que empezaba Shabbat y no solo los negocios kosher cierran sino que los religiosos no pueden usar teléfonos. Me tomé un taxi y en el viaje me encontré dialogando una vez más conmigo. Estoy acostumbrado a dialogar conmigo en esas situaciones, pero el tiempo pasa y uno se aburre del típico verso de "es la última vez", más aún cuando ha comprobado que no será así. No me prometía mentiras, me interesaba más saber cómo terminaría, era emocionantemente (y un poco sádicamente) intrigante. Llegué solo 5 minutos después de la hora en la que se suponía que el delivery-boy vendría, pero 35 tarde de mi hora de entrada. Esperé 10 o 15 minutos más y llamé a mi jefe. Le avisé que no había llegado aún el envío y mentí diciendo que llegué, si bien tarde, 5 minutos antes de la hora estipulada para la llegada del paquete. Me amenazó de muerte en caso de que hubiera llegado y yo no lo hubiera recibido y me dijo que espere que iba a tratar de averiguar si esto había sido así antes de que toda la colectividad se quedara incomunicada telefónicamente. Esperé.

Sentía cómo se había acelerado mi ritmo cardíaco y me sorprendía la sensación de no tener ni puta idea de cómo podría terminar ese episodio. Si bien no soy vidente ni nada, estudiar astrología lo acostumbra a uno a esperar menos sorpresas además de que siempre estuve muy satisfecho de mi intuición, pero en esta ocasión... era la incertidumbre misma. Sonó el teléfono y atendí totalmente entregado al Destino. Mi jefe me informó que todavía no había llegado puesto que se le había pinchado una goma de la moto y que estaría llegando en un rato, que lo espere y que la próxima no sea boludo de arriesgarme al pedo. Cuando corté... me sentía extraño. Me sentía afortunado pero sin entender por qué. No digo que no me sentía merecedor de esa suerte porque no soy quién para cuestionar al Destino, pero saberme afortunado era un privilegio con el que no hubiera contado en otra época de mi vida, y caía en la cuenta de cómo año tras año me volvía más consciente de esto. Me invadieron unas ganas incontenibles de comunicarlo, tenía que exteriorizarlo para distender la tensión recientemente generada. Mandé dos SMS's a mis presentes y futuros compañeros de viaje, Nicolás y Patricio, que decían ambos "I'm one lucky motherfucker" (el inglés simplemente se debió a una dramatización más de película, nada personal), pero no era suficiente, me di cuenta que no tenía la necesidad de contárselo a otro más que a mi, por lo que agregué mi propio número a mi libreta de contactos y me lo mandé. Fue gracioso recibir un mensaje de texto de "Puni", además de que decía lo justo y necesario.

A todo esto le siguió una jornada laboral aburrida como tantas otras, que terminó en algún momento, por suerte, y volví a mi casa. En ella cené, me bañé y me dispuse a salir para lo de Juancho, amigo de amigos, desconocido para mi hasta ese momento. Camino a la parada del colectivo pasé por la puerta del edificio de Nicolás, que vive a una cuadra de mi casa, y mientras me preguntaba si tocarle el timbre, justo en ese momento, me llegó un mensaje de texto... La Sincronía se empezaba a sentir en el aire indicando que se avecinaba una gran noche. Éste era de él y me preguntaba dónde estaba, sin cuestionarme las peripecias del Destino le contesté que en la puerta de su edificio y me dijo que no me vaya, que ahí bajaba. Él había asistido al concierto de rock de la banda AC/DC y estaba fulminado, por lo que rechazó mi invitación a unírseme en mi cruzada. Charlamos unos minutos y seguí mi camino. El colectivo no venía y la idea de hacerla completa y entregarme al capitalismo por una noche crecía en mi. Delante mio dos hombres y una mujer intentaban parar taxis ocupados lo que me causaba gracia y hacía que me pregunte si no se daban cuenta que no tenían el cartelito de "libre" prendido o qué... Por fin apareció uno que sí lo estaba y paró, detrás se asomó otro y decidí copiarlos. Lo paré y me lo tomé. Durante el viaje se me ocurrió, ya que La Sincronía había empezado a funcionar (o mejor dicho, yo empezaba a ser más consciente de ella puesto que ella siempre funciona), que "la charla (en caso de que se diera una) con el tachero determinaría el resto de mi noche", no me parecía tan descabellado puesto que así empezaba la misma y los comienzos dicen mucho, si bien no todo. No sé cómo, pero empezó la charla, y el tipo parecía copado. No recuerdo de qué trivialidades empezamos a hablar pero en un momento me comentó, tal vez porque volvió a ocurrir, que hay un montón de gente que levanta la mano para pararte cuando estás ocupado, él que está de ese lado del volante es testigo. Me reí porque acababa de verlo antes de subir al vehículo. Se lo conté y le pregunté por códigos que pudieran existir entre tacheros. Me empezó a dar una breve y divertida lección la cual terminó con anécdotas del Viejo, un tachero de antaño conocido en el ambiente, que ataca con su rulero+globo a los taxis que le roban pasajeros disparándole bolitas de rulemanes a las luces traseras de esos autos.

Llegué a destino y nos saludamos satisfechos por un buen viaje. Mi humor era óptimo para la aventura por lo que me apresuré a llamar a la puerta. Me recibió La Goina, señor del día (ya que ese día era su conjunción Sol-Sol), me adentré en la guarida y me encontré con el Maestro Burbujero quien me convidó una de esas píldoras de Alicia sobre las que el Aeroplano de Jefferson ha cantado alguna vez y me supe, ahora sí traspasado el punto de no retorno, al comienzo de un viaje inolvidable.

No tardó mucho el mundo como lo conocemos en convertirse en una dimensión que prometía emoción aventurera y revelación filosófica por donde se la mirase, para quien quisiera aprovecharla. Pero el ambiente no me resultaba del todo propicio para esto, si bien estaba colmado de risas y gracia, también era bombardeado con música, charlas y demasiados estímulos estériles para mi gusto. En un rincón se gestaba La Masa (que es una entidad muy conocida por todos; si bien conformada por lo que alguna vez fueron individuos, es lo que queda al perderse esa individualidad). Esta Masa empezaba a hacer lo que toda Masa hace, buscar un motivo para bardear. El Maestro Burbujero los distrajo con anécdotas del lejano y salvaje Oeste hasta que yo propuse una huída disfrazada de búsqueda de proviciones. Me siguieron si dudarlo mis fieles compañeros psiconautas, La Goina, El Maestro Burbujero y El Sr. M. Una vez abajo en la selva de concreto llegamos a la proveeduría comercial y empezó el teatro. Tratando de no sucumbir ante La Vergüenza (misión casi imposible para mis compañeros más especializados en la psiconáutica pero todavía una debilidad para mi persona) intentamos apresurar el intercambio mientras yo me reía por dentro porque me daba cuenta claramente de que El Dueño entendía perfectamente que no estaba concretando transacciones con personas en su dimensión, lo cual tampoco hubiera de sorprenderme tanto puesto que un kiosquero nocturno es algo así como un Enlazador de Mundos (y de hecho este razonamiento me calmaba). Con nuestros bolsillos llenos y nuestras billeteras vacías volvimos al edificio terrible pero yo no estaba listo para volver ahí, así que propuse una pausa para empezar a consumir algunos de los brebajes y gomitas de azúcar que habíamos comprado.

Fue inevitable confesar a los pocos minutos que... no tenía ganas de permanecer allí, y a mi siempre me costó un poco ir contra la Corriente. Tal vez por esto es que la Corriente cambió su curso en mi dirección (o más probablemente, por mi dificultad, yo siempre estuve yendo con la Corriente sin saberlo), pero sea como sea, todos estábamos de acuerdo con qué era lo mejor. Y el plan de presenciar el amanecer en el límite de aquella selva gris se presentó más como si él nos pensara a nosotros que nosotros a él. Subimos y lo propusimos para no caer en egoísmos o generar malas ondas y terminó por conmover los corazones de todos los presentes. Si bien tardamos bastante más de lo que hubiéramos preferido, lo logramos, minutos más tarde estábamos todos afuera caminando.

El viaje fue áltamente disfrutable, debatiendo sobre la vida y el universo con La Goina y El Sr. M y riendo con El Maestro Burbujero y El Bártulo X, quien más tarde descubriríamos era una especie de super-héroe pero que nunca entendimos si tenía algún super-poder o no.

Mis compañeros me guiaron hasta un Nodo que ellos ya conocían pero era nuevo para mi, si bien había pasado por ahí anteriormente. El Nodo Urbano, un punto en el límite de la Ciudad de la Furia donde el Tiempo y el Espacio se cruzan mezclando contemporaneidad occidental con antigüedad medio-oriental. Un santuario escondido en nuestras propias mentes, a la luz del día para que cualquiera lo visite, protegido por la misma Atenea y el titán del "Ya fue" (que osó cruzar el Río de la Plata a pata y ahora vive en la reserva ecológica). Por un rato se dio la armonía perfecta, la convivencia pacífica entre todas las especies. La Masa perdía su cualidad popular para dejar a cada uno desnudo ante la existencia. Todos sentados en el borde del Abismo admirando La Perfección. Tras un rato de silencio me invadió mi instinto felino que me obligó a saltar al vacío para volver a trepar el muro, lo cual repetí un par de veces ya que lo encontraba inconmensurablemente entretenido. El Bártulo X no se quedó atrás, batiéndome un jaque mate a mi prejuicio que nunca me hubiera permitido imaginar que poseía tal admirable destreza; y me encanta cuando eso pasa.

Inevitablemente el Sol salió en algún momento, haciendo al cielo estallar en fuego e hidrógeno magenta, salpicando paisajes que atentaban contra la poca cordura que nos quedaba. Los alguna vez integrantes de la Masa, ya casi reducidos nuevamente a meros individuos, decidieron homenajear una vez más a aquella sociedad y partieron juntos Into The Wild. Yo, mientras, jugaba con mi cuerpo y la gravedad, parándome con mis pies superiores, cuando fui sorprendido por mis psiconautas amigos, quienes advirtieron y propusieron que debía ayudar a La Tierra a girar para mostrar al Rey Dorado en el firmamento, con mis patalones-vela (que volaban al soplido del Viento). Reí, me había resultado ingenioso.

El momento de la despedida circunstancialmente final se acercaba. Ya nos habíamos corrido del borde del Abismo y nos encontrábamos bajo el ala protector de Atenea, que se erguía imponente como siempre. Entonces, mientras intercambiábamos diversas y variadas anécdotas ocurrió, una vez más (aunque es siempre la primera vez en estos casos)... El Silencio.

Ya lo había oído antes. Lo conocía... Pero con El Silencio es siempre como si fuera la primera vez. Es atemporal y las concepciones lineales simplemente no aplican. Escoltado fielmente por La Quietud y La Armonía, guiados por La Perfección.

Tras ese momento mágico, miré al Maestro Burbujero y le dije: "¿te acordás de ese -instante- del que alguna vez te hablé? Acabo de revivirlo de nuevo". Me entendió inmediatamente y sonrió.

Antes de la dispersión general decidimos consolidar la culminación de la velada en un pacto. Hicimos La Promesa de volvernos a encontrar meses más tarde en la dimensión del Viejo Metralleta, y comenzamos a caminar, alejándonos así de aquel oráculo, el Nodo Urbano.

Adentrándonos nuevamente en la selva gris todo parecía diferente a como lo habíamos dejado (y es que siempre es diferente, o tal vez siempre había sido así, natuarlmente en constante cambio), las calles estaban tranquilas y el pavimento callado. Despedimos al Bártulo X, cuyo deber se encontraba en otra parte, ahí donde hubiera un jarrón que necesitara ser innecesariamente repuesto, y eventualmente también al Sr. M. Quedábamos La Goina, el Maestro Burbujero y yo. La Goina nos invitó a acompañarlo al expreso que partía de la esquina de la ciudad, pero el Maestro Burbujero prefería aprovechar a su primo, el subterráneo. Lo lamenté pero lo acepté. Continué con La Goina y mientras charlábamos sobre astrología el Maestro Burbujero nos llama desde atrás y sorprendidos nos enteramos que su plan era imposible porque había olvidado que la Ciudad tiene sus tiempos y no le importa si estos no encajan con los propios y personales.

Continuamos los tres. En el camino tuve que hacer una parada para satisfacer las necesidades de mi cuerpo, al cual no quería olvidar. Y para cuando llegábamos a donde despediríamos a La Goina, el Maestro Burbujero decidió ser despedido antes y se subió a un autobús que pasaba por ahí. Entré a la Terminal con La Goina.

Una vez adentro, habiendo asegurándose su ticket que le permitiría abordar el expreso, decidió saciar las necesidades de su cuerpo. Fue al baño. Lo esperé en la puerta... notando los poco simpáticos personajes que me rodeaban y me miraban. No temía por mi, temía por él... y cuando volvió supe que no había sido sin razón. Lo miré pero solo dijo: "recomendación psiconáutica: nunca visites los baños de Retiro". Tomé nota mental.

Una vez solo volví como el Maestro Burbujero hubiera querido, subterraneamente. En mi viaje tuve la suerte de poder sentarme adelante de todo y tener vista directa al oscuro túnel que atravesábamos. Es sorprendente lo meditativo que puede resultar atravesar un túnel. Mientras veía la oscuridad y las esporádicas luces pasar por los bordes de mi panorama recordé... que ese nuevo día era el día que habíamos acordado con Nicolás y Matías para el debut de nuestro proyecto de "Viajes Cortos los Sábados"... pero algo me hacía sentir adentro mio que eso simplemente no ocurriría. Primero le atribuí tal intuición al mero Miedo, que siempre ronda por ahí, pero descubrí que maravillosamente... no podía ser él porque él no me afectaba. No podía ser otra cosa que verdadera intuición, pero qué difícil es diferenciar intuición verdadera de fantasmas irreales. Tras permitirme confiar un poco más en mi me di cuenta que estaba todo en orden, aún en el caso de que mis compañeros de viaje corto no me acompañaran, yo iría a La Plata esa tarde. Llegué a entender que si todo lo vivido en mi vida hasta ese momento me había llevado a estar sentado en ese primer asiento de ese vagón, entonces innegablemente el sentido de mi vida en ese momento era viajar a La Plata, era mi Destino (y me sorprendí de ser la primera vez que usaba la palabra con doble sentido).

Al emerger a la superficie y retornar a mi guarida traté de ponerme en contacto con mis compañeros. A primera vista solo estaba la Boluda, quien sería mi guía en la ciudad masónica. Le dije que no importaba qué, yo esa tarde pasearía por su ciudad. Al rato aparecieron los otros dos, que como había presentido, me informaron que no vendrían, uno por deber y otro por poder (o falta de). Estaba decidido. Solo tenía que bañarme, comer y partir, pero me distraje, obviamente, y terminé para mi sorpresa al teléfono con una conocida virtual. Ella estaba trabajando, atendiendo un local de muebles, y yo le contaba mis últimas horas de vida y mi plan para las futuras. En eso... escucho que habla con lo que parece ser un cliente... Le pregunto: "¿estás en la caja?" y me contesta que sí, que estaba atendiendo mientras hablaba conmigo. ¡Oh, por Dios! Me había convertido en la criatura que siempre odié (o envidié). ¿Cuántas veces había visto a la apuesta cajera hablando por teléfono y colgando a los clientes? ¿Cuántas veces me pregunté con quién demonios hablaría? Y de pronto lo entendí... era yo. Hablaba conmigo.

Corté el teléfono, no podía seguirme distrayendo, el tiempo volaba. Una vez listo bajé nuevamente a la selva de concreto, y entonces... el desastre (o el bochorno). Mi celular sonó... pero no como suena cuando cualquier persona llama, sonó como suena cuando alguien relacionado con mi trabajo llama (bendita sea la combinación de Caller ID y ringtones específicos). ¡¿Qué carajo?! ¿Un Sábado? ¡Era mi franco! Algo atemorizado por lo que pudiera llegar a oir (o por tener razón con mi intuida de lo que oiría) atendí. Efectivamente, otro de mis jefes me pedía que labure en la noche de mi franco. "¡NO!", "¿Quién se cree que es?", "Todo tiene un límite, Puni"; estas eran unas de las tantas cosas que oía en mi cabeza, pero esta todavía no había terminado de atravesar el portal interdimensional al Mundo Conocido, debía ser cauteloso, debía zafar del implacable y abusivo Deber.

Dije que no podía, que estaba yéndome ahí mismo a La Plata, tratando de dejar la Mentira como último recurso. Me preguntó si volvería ese día o el siguiente y ahí fallé. Si bien siempre reconoceré la superioridad de la Verdad por sobre la Mentira, todavía hoy me pregunto qué hubiera sido de mi si decía "mañana, el Domingo". Cuando mi otro jefe supo que volvería esa noche entendió que solo tenía que insistirme hasta el hartazgo para conseguir lo que quería. Apeló a que de no ir solo perjudicaría a mi compañero de trabajo porque por un malentendido (pequeño detalle: error suyo) este no sabía que debía quedarse hasta tarde esa noche y ya tenía planeado un viaje corto él también (parecía que ya estaba marcando tendencia y ni siquiera había logrado concretar mi primer viaje corto). Tras diversos intentos de evasión la pequeña careta que había improvisado al atender mi dispositivo de comunicación inalámbrica se rompió y me vi expuesto a la Verdad. Él preguntó: "¿estás bien? ¿te diste con algo?". No sé por qué ahí sí pude mentir, o mejor dicho, por qué quise mentir, porque también podía hacerlo antes, pero no me convencía del todo. En este caso preferí hacerlo, aún cuando la Verdad me liberaría.

Tal vez fue por Miedo, tal vez por curiosidad de qué pasaría si realmente aceptaba todos los posibles desafíos que se me ofrecían para ese día... aún cuando esto pudiera hacerme sentir un estúpido. Sea como sea, a los muchos minutos de establecida la comunicación, mi paciencia ya no existía y el vacío empezaba a ser llenado con molestia. Por lo que acepté el abuso laboral para poder cortar de una maldita vez. Y me sumergí en la tierra una vez más.

Cuando emergí... lo entendí. La Boluda me había dicho, mientras yo daba vueltas en mi casa, que cada vez que había visitado la Ciudad de la Furia había sentido, a la hora de volver a casa, que no podía irse del todo, que este monstruo moderno no la dejaba, y aún si lo lograba, no se terminaba de ir del todo. Lo entendí. Me encontré con una esquina infestada de gente, un cielo gris y un cruce de calles que escupía bocinazos. No sé cómo, pero de alguna manera logré llegar a la calle. Era imposible caminar por la vereda así que esta era mi última esperanza de llegar a la plaza donde debía abordar el micro que me dirigiría a la salvación (y a la culminación de mi Destino).

Corrí.

Sentía cómo el gran monstruo me llamaba, gritaba mi nombre, intentaba retenerme. Temía que lo abandonara, necesitaba que me quedase, que redujera mis sueños a conformismo rutinario. Entonces corrí un poco más.

Salté unos charcos de agua que se habían acumulado, estaba lloviznando hace un rato. Esquivé unos zombies y eludí unos vehículos. Y llegué. La Plaza. Estaba totalmente desorientado y jamás había tomado ese micro, pero esa era una traba tan menor que ninguna vergüenza podía molestarme ya. Pregunté varias veces a diferentes personas cómo debía hacer para lograr lo que quería y minutos más tarde estaba en el micro que tenía que estar con el boleto que tenía que tener, sentándome para regocijarme en el infinito júbilo de la Victoria.

Ya en viaje improvisé una dedicatoria para La Tota (amiga de La Boluda) en el primer libro astrológico que compré para el C.A.B.A. ("Astrología para principiantes"). En mi casa se me había ocurrido llevarlo para regalárselo, me atraía mucho la idea de dar una sorpresa y un regalo material/intelectual (y me parecía óptimo porque La Boluda me había mencionado del interés de La Tota en estas mancias pero no parecía tener confiable material al cual acudir).

Me encontré con La Boluda en la terminal y para ese entonces en ese lugar ya llovía bastante. No me molestaba a decir verdad, pero teñía el día de otro color. La idea era pasear los tres pero La Tota no aparecía por ningún lado, seguramente debido a una noche anterior de parranda. Caminé con La Boluda, sorprendiéndome en parte por algo que podría asemejar a mi charla telefónica con la empleada del local de muebles. Mientras intercambiaba anécdotas de vida y sueños, caí en la cuenta de lo tan prejuicioso que soy. Cuántas veces había visto mujeres como estas y sentido que jamás sería yo con quien hablen para colgar a sus clientes o con quien caminen en un sábado lluvioso. La pregunta entonces era... ¿no sería tal vez porque no existen mujeres como estas, sino solo mujeres? Así parecía ser.

Al rato La Tota apareció y nos dijo que fuéramos a su casa, donde nos recibió su hermana porque ella aún no había vuelto. Me sorprendí por la capacidad de vivir en el Caos absoluto que debía tener La Tota para que esa fuera su habitación, jajaja. Eventualmente llegó y charlamos un poco de artes adivinatorias. Le di su regalo y entonces La Boluda me ofreció uno a mi. Un Pipuni. Era la medalla ideal por haber logrado escapar del gran monstruo, La Ciudad de la Furia.

Mi Tiempo se agotaba, pero entonces una nueva propuesta surgió. Resulta que ese día, oh casualidad, era el cumpleaños de la Rastuda, y yo... no podía volverme sin saludarla por ello. Siempre fueron para mi tan importantes las conjunciones Sol-Sol (y las rastas). Con el Tiempo casi pisándome los talones, partí con La Boluda, La Tota y una amiga suya a quien estaba hospedando esos días (sí, increíblemente en ese Caos entraba alguien más, jajaja). Al llegar a la esquina donde debíamos encontrar un tipo de flores específica (esa era la marca de la casa donde la Rastuda se encontraba) notamos que la vegetación por esa zona abundaba y la tecnología celular no podía ayudarnos (no con una hippie).

Tras deambular un poco, sin ganas de rendirnos (o tal vez sin concebir el fracaso como una posibilidad real en ese caso) la encontramos, escondida entre la hierba se hallaba la guarida de los hippies, y entonces la conocí. Resultó ser un ser (valga la redundancia) y no un concepto. Por mucho tiempo yo había hablado del concepto de "La Rastuda" y temía encontrarme no con una persona sino con una idea. Pero para mi sorpresa tenía carne y huesos y una sonrisa luminosa y era simpática. No pudimos charlar mucho porque yo debía huir de inmediato, pero fue un lindo momento, y le deseé que empiece una bella nueva vuelta al Sol.

Tras una rápida pero sentida despedida, de vuelta en la Terminal, y la toma de una fotografía para recordar el momento, abordé el micro que me llevaría de nuevo a la locura. Creo haberme dormido en algún momento porque no recuerdo el viaje, solo preguntarle a la persona a mi lado si esa era la 9 de Julio (tal vez no recuerdo el viaje porque esta condenada ciudad no pertenece al mundo real y no hay camino que uno pueda recordar lógicamente). Me dijo que sí y en un arranque de ansiedad por acercarse la hora en la que debía confrontar una vez más al Deber, me bajé del micro. ¡Estúpido! Me había bajado varias cuadras antes de donde tenía que bajar y ya no tenía tiempo de sobra para desperdiciar, empezaría a acumular retraso... Pero... ¿me importaba? Suficiente favor les estaba haciendo. Caminé rápido, pero no corrí.

Pasé por mi casa para cambiarme y Madre me regaló dos sangüiches de amor que agradecidamente me llevé como vianda. Tomé un taxi para no colgar tanto a mi pobre compañero de trabajo y en el viaje, mientras me quejaba con el conductor sobre el abuso que sentía por parte de mis jefes, caí de pronto en una revelación. El por qué de mi falta de enojo y súbita aceptación. No era porque siempre fui alguien que se dejó pisotear un poco más de lo deseado, era porque había tomado una decisión. No en ese momento, la había tomado al aceptar el laburo, renunciaría, lo sabía desde el primer día, pero ese día recordé que ya faltaba poco, que pocos días me separaban a mi de mi primero y verdadero Viaje.

Cuando llegué mi compañero de trabajo aprovechó el mismo taxi, y en mi mente reí por la secuencia que debía estar viviendo el conductor, tras haber escuchado mi historia y ahora estar conociendo la secuela. Ya adentro me senté, no tenía que hacer más que presencia hasta que terminara la actividad y se fuera la gente para cerrar el lugar. Dos o tres horas como mucho y sería libre para volver a dormir a mi colchón tras casi 40 horas de no hacerlo. Llamé a Nicolás, quería contarle de mi aventura a alguien. Hablé un poco pero a los minutos tuvimos que interrumpir la charla porque la gente empezó a irse y tuve que reconstruir mi careta rota. Al rato llamé a mi hermano a quien quería compartirle mi inmensa alegría por haber logrado superar todos los retos de mis últimas horas de vida pero no supo verlo, me recordó lo estúpido que fui al no poder ponerles límite a mis jefes y dejarme abusar. Lo entendí, tenía un punto, pero en ese momento no podía bajonearme, solo sentía alegría. Sí, claro que podría haberme movido mejor, pero así es como me salió en ese momento, y lo aceptaba. Además considerando las circunstancias... bueno, yo estaba satisfecho, y al final es lo único que importa.

martes, 27 de octubre de 2009

Encuentro casual con doble de escritor

Acabo de volver de mi clase en el CABA y tengo una hora para almorzar, bañarme, terminar una cosa para el laburo (como si no me fuera suficiente con la tarea para mis estudios, a veces tengo tarea para el laburo) y partir para este. Pero no podía dejar de pasar por acá y dejar nota del tan pequeño, simple y divertido episodio que acabo de vivir. Tal vez porque aún con el tiempo justo, no podía dejar de perderlo un poquito (porque llegar temprano.. ¡jamás! ..jajaja), o tal vez porque venía leyendo el libro que me regaló mi hermano por mi cumpleaños, "El Pibe Que Arruinaba Las Fotos", de Hernán Casciari, donde cuenta anécdotas de su vida con un humor que encuentro delicioso, o tal vez porque, simplemente, "aguante la vida ♥", como dice un fragmento de un mail que una vez le escribí a Madre y que esta imprimió y colgó con un imán en la heladera.

La cuestión es que salí del subte, con una sonrisa que me dejó mi lectura diaria en el transporte público, y caminando por mi cuadra vi que enfrente estaban los pibes de la escuela cuyo patio da a la calle y está separado de esta por una reja (logrando una encantadora analogía entre presos y "el futuro", o sea, los bepis) pidiendo por la pelota que se les había escapado, cosa que ocurre normalmente, y como justo un tipo pasaba por ahí, lo llamaban a él. Él agarró la pelota de la vereda y la pateó, pero rebotó en la reja, y la volvió a patear, pero volvió a rebotar y caer de su lado, entonces la agarró con las manos y la tiró sobre la reja. Los pibes la agarraron y siguieron jugando en su recreo, mientras este siguió su camino.

Yo reía por dentro, pero inocentemente para mi sorpresa, cosa que rara vez logro porque suelo ser muy criticón y juzgador, creyendo que era el único que había presenciado el episodio cuando detrás mio escucho un "qué pelotudo", pero con el mismo tono libre de mierda con el que yo reía, y me di vuelta. Atrás mio caminaba un gordito simpático que había notado que yo también estaba atento a la vereda de enfrente. Intercambiamos una sonrisa y seguí caminando los pocos metros que quedaban hasta la entrada de mi edificio. Donde vi por el reflejo del vidrio de la puerta que pasó detrás mio y siguió por la cuadra. Pensé "ja, se parece al Gordo Casciari", y entré.

En mi viaje en ascensor supe que tendría que plasmar lo mucho que disfruto de compartir pequeñas cosas como esa en la vía pública y lo mucho que estoy empezando a disfrutar de todo este mundo de las letras.

viernes, 23 de octubre de 2009

Deal with the Devil

Apparently Death is not pursuing me like he is to others. He seems to have given me his card with his phone number on it, to call him whenever I want.

I'm better waiting for him to get bored some far-away-from-here day.

domingo, 4 de octubre de 2009

Lifestyles

Ayer tenía ganas de escribir una cosa, pero no tenía una conclusión más elaborada que "Eso." (me había imaginado escribiendo eso al final de la entrada y todo), y como no terminaba de cerrarme entre eso y demás cuelgues, no lo hice y me fui a dormir temprano.

Soñé.

En mi sueño pasaba por un par de situaciones, no muy dramáticas, aunque en una de esas me tenía que operar de varicocele por 4ta vez según me decía un médico, pero creo que al final me terminaba yendo del sector hospital (digo sector porque vieron que el escenario en un sueño se va transformando, entonces no hay un hospital entero sino un sector hospital, como un sector Shopping, un sector calles, un sector micocina, todo dentro del mismo escenario onírico) porque me daba cuenta que... era un sueño, y en la realidad no me tengo que operar; hace poco me hice un chequeo y salió todo bien por suerte.

Sea como sea, era una pequeña aventura, un viajecito. Y venía necesitando viajar un poco se ve. Terminaba en mi cocina con Madre y Hermano, quien se preparaba para iniciar otro viaje por el mundo, empezando por Europa. Le preguntaba en qué país empezaría su travesía y me contestaba Itialia. Y justo cuando estaba por salir de la cocina me invadía una sensación que me hacía llorar, no la podía contener por lo que me dejaba caer medio arrodillado, medio sentado, en el suelo, junto a la puerta, y mis ojos se inundaban. No me sentía mal, por el contrario. Familia me preguntaba qué me pasaba y yo les decía que me había imaginado yendo a Italia y sentándome en un restaurante de barrio a comer un plato de pastas, y me había emocionado. La simpleza del hecho y a la vez la posibilidad de viajar y conocer una tierra tan distante me habían emocionado al punto de quebrarme. Me desperté bastante sorprendido.

Noté la coherencia de mi sueño con lo que venía y vengo pensando últimamente. Y es que al trabajar en la calle, en Palermo, uno ve contrastes bastante extremos. Y no recuerdo si fue así siempre, pero sí soy consciente que desde hace un rato largo ya, me viene llamando mucho la atención la basta variedad de estilos de vida que tenemos los millones de humanos que somos, y me despierta ganas de recorrer el mundo para conocer los más que pueda.

Por ejemplo, he conocido personas en mi trabajo que suelen pasar el fin de semana (uno común, no uno largo) en Miami; personas que laburan más de 12 horas por día, todos los días, para mantenerse; y anteayer, al cartonero que suele pasar a la noche por la zona. Que al arribar la rica esquina (y es que suelen haber montañas de bolsas y cartones apilados ahí) se sentó en un escalón, aparentemente esperando algo. Me acerqué y charlamos un cacho. Me contó que hace tres viajes diarios, de entre 2 y 3 horas cada uno. También que está esperando para poder sacar la licencia de conductor de camiones, espera que el día de mañana pueda laburar de camionero y le vaya un poco mejor.

A todo esto podría sumarle que empecé a ver la serie de televisión Weeds, que recomiendo, y trata de una blanca que vive en una suerte de barrio privado y vende marihuana que le compra a unos negros de los suburbios, como para reforzar los contrastes, jajaja.

Y a mi me sigue “limando” mucho imaginar una vida donde puedo decidir ahora mismo tomarme un avión dentro de unas horas para ir a algún recóndito lugar de este planeta, y más me lima preguntarme si el que nació en una situación totalmente distante de esas posibilidades puede siquiera imaginarlo.

Entre tantas sensaciones de sorpresa y anhelo, me encuentro escribiendo esto, sin saber bien a qué pretendo llegar. Aunque sí sé que me encantaría llegar a tener un laburo el día de mañana que me permita recorrer el mundo, no hay dudas sobre esto.

Y mientras escribía me tomé una pausa para desayunar, con Madre que se levantó hace poco también, a quien le conté mi sueño y me dijo "tal vez te conmocionó el imaginar esa sencilla situación italiana porque en alguna vida pasada viviste ahí y solías disfrutar de esa rutina".

"No se me había ocurrido... Puede ser...", le contesté, mientras pensaba "creo que acabo de encontrar la conclusión para mi entrada del blog".

Eso.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Equinoccio y la psiquis humana

Hoy estaba, en el bello día primaveral que nos tocó, laburando, parado en mi Puerta.

Pasó una mujer que vendía flores ambulantemente con su hijo que tendría algo así como 4 o 5 años. Me ofreció una, ya que la tradición era comprarlas en este día (aunque no recuerdo haber visto a nadie con flores hoy en la calle) y le agradecí pero me negué. Mientras insistía su hijo se había escondido adentro del hueco del garage del edificio de al lado. Cuando le repetí que estaba agradecido pero no, que estaba laburando y no tenía plata encima, pegó un grito para llamar a su hijo y disponerse a seguir. Este no apareció y fue decidida en su búsqueda. Al asomarse por el garage metió un brazo y vi cómo levantó en el aire al pibe dejándolo en la vereda. Este no estiró las piernas para pararse por lo que cayó arrodillado. Y su madre, para ponerlo en movimiento, no tuvo mejor idea que empezarlo a patear.

Los gritos no habían sido realmente llamativos, pero las patadas no eran muy disimulables. Y mi mirada cotidiana, que denota un poco de aburrimiento y sueño, se transformó en una que no controlo a voluntad todavía, la más penetrante que tengo. Le clavé los ojos con intención de que lo sienta, y lo hizo, porque me miró un par de veces por instantes, aunque no pude percibir una intención particular. Esperaba que su reacción a mi mirada, que para nada la aprobaba, fuese de provocación. Que le moleste, que se sienta juzgada, y se rebele. Pero no sentí eso, parecía simplemente estar chequeando que la miraba. No pude descifrar qué pensaba cuando comprobó que así era.

Una madre con su hijita venían caminando justo por la vereda y la vieron realizar sus motivaciones motoras para con su hijo. Para cuando estaban más cerca este ya empezó a caminar, por lo que la siguieron acercándose hasta cruzarla en la esquina (yo estoy parado a 5 metros de la esquina como mucho, y seguía mirándola fijo, también me moví un poco cuando empezaron a doblar para no perder el contacto visual, mi idea era intervenir si se ponía peor).

Escuché que la otra madre le dijo "paráaa... tranquila, lo estás maltratando". Para ese entonces el chico ya había dejado de moverse de nuevo por lo que se ganó una patada más, y la otra madre repitió su defensa. La madre ofensiva la miró, me volvió a mirar, y logrando poner en marcha nuevamente a su hijo siguió para el cordón, dispuesta a cruzar la calle, sin haber contestado nada.

La madre defensiva siguió doblando en la esquina y mientras los ambulantes esperaban que pasen autos para poder cruzar, vi y oí cómo el nene le gritó "callate vieja" a la que segundos antes lo defendía.

Sentí cómo "me cayó la ficha". Una muy terrible.

No vi ya a la madre defensiva porque había empezado a recorrer la otra cuadra, pero sí vi que la madre ofensiva y su hijo rieron, y esta le frotó la espalda y le dio un beso en la cabeza. Luego cruzaron y la mujer siguió ofreciéndole flores a otros transeúntes.

Me aterró sentir que entendí perfectamente lo que a primera vista podría parecer una incoherencia contradictoria. Entendí que el chico, por más maltratado que fuera por su madre, se sentía identificado con esta. Los dos son pobres, los dos viven, quizás, en "situación de calle". Y esto le imposibilita a él sentirse defendido por una señora desconocida, que solo saltó por él al ver un acto que le chocó, pero que luego de esgrimir su opinión, volvería a su casa calentita. La odiaba, tal vez al punto de desconfiar de la autenticidad de su defensa.

Y al final, lo que más me aterró, fue notar que durante todo el episodio yo me había quedado callado, y suficientemente frío como para calcular todos estos análisis psicológicos.

Espero estar totalmente equivocado.

viernes, 18 de septiembre de 2009

El oficio de amigo

Cuando empecé a laburar donde laburo, viví una semana infernal que nunca voy a olvidar. Yo venía pintándole la pieza a un amigo y esto se me encimó con el laburo que acepté mes y medio atrás y mantengo hasta el día de la fecha. Como me había comprometido con aquel, no iba a abandonar esa tarea, y tuve que arreglármelas (sin éxito) para ir a la mañana a su casa ya que entro al laburo a la tarde. Tras una semana estaba exhausto, malhumorado y lo que es peor: desesperanzado. No sabía realmente cómo iba a hacer para cumplir con todo (desde ya que unos TPs para CABA que tenía que entregar quedaron encajonados hasta que resolviera todo eso primero).

Llegó el Sábado y noté que casi no había avanzado. Sumándosele a esto que tenía como fecha límite el día siguiente mis nervios se disparaban hasta el Cielo. Decidí ir aunque sea por dos horas esa noche. Cuando llegué no había nadie y estaba cerrado con una llave que no tenía, había ido al pedo. Entré en crisis, una sensación que rara vez tengo y hasta diría que disfruto, desde un rincón sadomasoquista (más sado que maso) de mi ser. Salí ya sin ideas dispuesto a volver a mi casa, noté que no tenía monedas y tuve que comprar una golosina en un quiosco. Cuando quise guardar las monedas en mi billetera se me trabó el cierre y forcejeándolo lo rompí y me corté un poco el dedo. No era mi día...

...pero sí mi noche. Cuando llegué a mi casa con un aura negra más grande que la de Akuma y Vegeta juntos, le comenté qué fue de mis últimas horas a mi fiel compañero de vida Nicolás Pinus, quien solo me contestó "en unos minutos te caigo con pizza y fernet". Fue entonces que entendí el oficio de amigo, y decidí empezar la carrera.

martes, 1 de septiembre de 2009

El fénix no puede morir. No porque sea fénix sino porque morir no es algo que se pueda hacer. Es un mito; no como el fénix, que es real.

lunes, 31 de agosto de 2009

Sabiduría callejera y más palabras

Entonces, entre todo lo que me contaba, me dijo "y tenés que seguir, porque si no seguís... ¿qué te queda?". La respuesta era obvia, pero ninguno de los dos iba a decirla.

Y yo que había empezado a hablar porque era más fácil que evitar la charla me encontré con un sabio disfrazado de loco, disfrazado de abuelo, disfrazado de barrendero. Y entendí por qué se le dice "calle" a la experiencia; por qué al inexperto le falta "calle"; por qué se suele ubicar a la realidad o a la vida allá afuera, "en la calle".

Sentí vergüenza por un momento, admito, de mi incesable búsqueda de completitud y evasión de roces, que por lo general, me transforman en un amorfo ente carente de identidad, o mejor dicho, me distraen un rato, nomás. Porque el fuego quema, y hay que animarse. Pero la locura también calienta, y es coherente.

Definitivamente los de clase media somos los excéntricos, los raros, los desconectados con la naturaleza. Los jóvenes siguen embarazando y pariendo, pero no pareciera ser tan grave, o tan traumático. Mis compañeros de sector, en el laburo, El Cordobés y El Loco, parecieran estar felices por tener nietos. Y yo me sorprendo de sorprenderme, y me sorprendo por creer que la vida podría inspirar algo más que una celebración.

También me sorprende el arte de hacer zapatos. Se me hace que no es fácil, y lo respeto.

Pero El Cordobés está de vacaciones, y lo reemplaza su compañero El Caballero Simpático, que me da la mano y ríe de nuestras desgracias, y me enseña vocabulario específico de los policías, como "pijazo", que es cuando te cagan con los horarios laborales (y yo me he comido varios de esos).

Un día voy a agradecerle al Loco por sus palabras. Él sueña con un mañana con adultos más conscientes, adultos que hoy son adolescentes y jóvenes. Y también estrecha la mano muy firme y fuertemente, y se ríe a carcajadas.

lunes, 27 de julio de 2009

Hoy puede ser un gran día... y mañana también

Hoy acepté un trabajo que no me convence. Es algo así como un hobbie que tengo.

Ya había ido a una entrevista por el mismo tipo de laburo pero en otro lugar, y resultó ser algo así como "pelo corto excluyente" (vendría a entrar en el rubro de la seguridad, por lo que es entendible, es un ambiente un tanto militar). Como no estaba dispuesto a cortármelo no esperé que me llamasen, si bien la entrevista siguió un cacho más tras confesar eso y terminó con la mejor onda. Y así fue, al menos de ese lugar.

Para mi sorpresa, me llamaron de otro, afín a este, y me ofrecieron otra entrevista. Yo no entendía bien qué onda puesto que por más que no fuese el mismo lugar físicamente las normas serían obviamente iguales. Pero bueno, tal vez no les habían comunicado a estos mi imagen y convicción Así que accedí, solo podía perder un poco tiempo y en una de esas ganaba algo.

Llegué, 20 minutos tarde, para variar. Había avisado por teléfono antes de salir para ahorrarme el autodesprecio que me genera llegar tarde siempre. Me encontré con un entrevistador que daba una imagen mucho más estricta que el del otro lugar. Lo cual me hizo no poder contestar tan tranquilo como pensé que contestaría si se suponía que no tenía nada que perder. Eventualmente se hizo presente la pregunta que no podía faltar, qué onda con mi pelo. Y para mi sorpresa, cuando tuve que volver a confesar lo mismo que ya había dicho la otra vez, titubeé, y no fui claro. Me tuvo que volver a preguntar si estaría dispuesto a cortármelo o no y me costó decir que no, no porque lo dudara, estoy seguro que no lo haría, pero porque me costaba enfrentarlo (o enfrentarME, ya explicaré a continuación).

Me dijo que sí, evidentemente para algo fijo es excluyente, pero que tal vez podría ofrecerme algo eventual, lo cual no me parecía mala idea, así que me hizo esperar un cacho mientras lo consultaba y volvió con la oferta de trabajar los Sábados. De aquí en más se sucedió una seguidilla de desilusiones, porque primero pensé que sería eventual y no, sería todos los Sábados. Luego pensé que sería a la mañana O a la tarde, y no, sería a la mañana Y a la tarde (en distintos lugares, por cierto xD Tendría que volver a mi casa, almorzar y al rato salir para otro lado). Y venía así, pisteando como un campeón por la autopista de la desilusión mientras crecían mis fieles compañeros de entrevistas laborales: Miedo y Culpa.

En mi cabeza obviaban y se burlaban el hecho de que no rechazaría la oferta porque no me animaría a tener que enfrentar la búsqueda, que siempre evadí, de un laburo que sí me guste (y es que encontrar algo que guste requiere mucho más esfuerzo que algo que no) y porque el hacerlo me haría sentir la conocida sensación de estar en deuda con Madre, de quien dependo económicamente para subsistir. La misma historia de siempre.

Salí así con un trabajo que no me termina de cerrar para nada, la inventada presión de no poder dejarlo y, honestamente, la sorpresa de haberme vuelto a ver en una situación así.

No me sentí bien durante el resto del día. Y para seguir variando mis hábitos, evadí un TP de Mitología que tengo que entregar mañana en el CABA con un poco de videojuegos y siesta.

Cuando me desperté fui a la cocina para disponerme a cenar. Le pregunté a mi madre, que se ocupaba de algunos quehaceres si lo había hecho o lo haría y me dijo que no, que lo haga yo si quería, ella había merendado hace poco y no tenía hambre. Recalenté unos fideos con tuco y cuando los saqué del microondas ella abandonó la cocina para continuar sus quehaceres en otra parte de la casa, había ido a colgar unas ropas al balcón o algo así. Me senté, la radio estaba prendida. Empecé a comer pero no estaba cómodo porque me había sentado en una silla que está medio encerrada entre la mesa y la mesada, así que me cambié de lugar. No sé si habrá sido la malaonda que venía arrastrando que me habrá puesto melancólico, pero por algún motivo me vino un recuerdo a la mente, de esos que uno nunca entiende por qué se le grabaron tanto: Yo me había sentado en ese mismo lugar para terminar mi cena, solo, hace más de una década. Claro que la mesa y la silla no eran las mismas pero la ubicación sí.

La situación tampoco, solo se asemejaba en que había terminado cenando solo por un rato. En aquella ocasión mi vieja y yo habíamos discutido por no recuerdo qué, pero mi memoria emocional me indica que sentí algo así como si me “subestimara mi sentir”, no sé si fue realmente así, pero en mi recuerdo pareciera ser que algo que par ami era grande o importante para ella no lo era, y tras referirse a ello como algo menor y poco importante, abandonó la cocina para ocuparse de no sé qué cosa, y yo lloré silenciosamente. No sé si porque me ofendiera, no lo recuerdo particularmente así, fue más el simple hecho de no poder con mi hipersensibilidad y tener que pasar a las lágrimas. También creo que pudo haber algo de estrategia en eso, y haber usado el agua como llamado de atención y pedido de abrazo. Y no me fue mal, cuando volvió y me vio lagrimeando me dio banana con dulce de leche, postre que me encanta.

Yo tengo todo un tema con mi infancia, no es algo que vaya a ampliar ahora, pero digamos que no puedo adentrarme mucho en mis primeros recuerdos cómodamente sin ser visitado por una mezcla de melancolía y pena. Sensación que me di cuenta, sentado esta vez en mi cocina, que no tenía interés de sentir en ese momento. Entonces me percaté de que en la radio sonaba esta canción (que no conocía. Gracias Google por ayudarme a encontrarla =P). Y… se me escapó una sonrisa. Antes de que pudiera darme cuenta me habían invadido unas inevitables ganas de sonreír, y si bien, como reacción primera, mi siempre presente Mente empezó a racionalizar como de costumbre ante una emoción que irrumpe tan imprevistamente, yo no pretendía ofrecerle ninguna resistencia a esta última ni dejar que mi Mente lo hiciera. Y cené sonriente.

domingo, 5 de julio de 2009

Una naranja...

viernes, 12 de junio de 2009

Cuando uno deja de creer en la culpa la gente deja de dividirse en "gente buena" y "gente mala" para pasar a organizarse entre "personas con más facilidad para aportar al bienestar general" y "personas con más dificultad (...)". Lo que le agrega al mundo 1 color más.

jueves, 4 de junio de 2009

El día en el que mandé a la mierda a la UBA

[UNA VEZ ESCRITA LA ENTRADA] Uh, me fui a la mierda. No era mi intención contar todo mi CBC xD Voy a marcar en cursiva mi historia pasada que acá cuento, y en texto normal la anécdota per se que me compete. Ahora sí, guarda que empieza:

Me encontraba en mi cuarto en aquella mañana de Jueves trabajando en mi entrega que debía ser presentada horas más tarde en el pabellón 3 de Ciudad Universitaria. La famosa FADU.

Era un día prometedor, el cielo estaba despejado, y yo empezaba lo que había sido planteado en clase hace tres semanas. Nada nuevo para mi, que ya había vivido muchas otras entregas de la misma forma, con apuradas, nervios y pocas horas de sueño en las últimas horas previas a las fechas decisivas. Lo que sí me resultaba nuevo era... que seguía en la misma modalidad en la que había estado toda la última semana: Pateador.

En mi experiencia, las entregas siempre se presentaban de la misma manera. Una consiga era dictada en clase con suficiente tiempo para que uno la resolviera cómodo. No me dedicaba a ella hasta días antes de la entrega, en los que empezaba a tirar algunas ideas, y tal vez hacía algo. Y el trabajo concreto empezaba el día anterior, se prolongaba toda la noche, y terminaba ya casi sobre la hora de clase, lo cual me hacía llegar tarde (considerando que salía de mi casa ya empezada la clase y teniendo una hora de viaje hasta Ciudad). Viajaba con todos los nervios del mundo por llegar y no encontrar a nadie. Y al final lo lograba, entregaba, y bajaba al patio central a comprarme un bien merecido alfajor que comía sentado, tranquilizándome, y prometiéndome que esa sería "la última vez que vivía esa angustia al pedo". Luego a los días me enteraba que había aprobado y olvidaba todo lo aprendido para repetir el mismo proceso en la próxima entrega de la misma o de otra materia.

Pero esta vez... esta vez fue diferente. Sabía que no era un laburo que pudiera hacer en una tarde, noche, y mañana. Por eso una semana antes sabía que tenía que empezar, que ya había perdido dos semanas pero igual llegaba... si empezaba en ese momento. No lo hice. Perdía mi tiempo, evadiendo mis tareas. En el fin de semana no salí, para poder hacer algo, que no hice. Desperdicié el finde como los días de la semana hasta que, como por obra de magia, era Miércoles a la noche. Empecé a hacer algo... de mala gana. A las pocas horas me dio algo de sueño, no mucho, un poco, pero era suficiente como para querer dormir. Ni siquiera me propuse combatirlo como las otras veces, en las que los nervios de no llegar me daban fuerzas para trasnochar. No tenía ganas y me dormí tres horas. A la mañana del Jueves me desperté y empecé a hacer lentamente unas cosas... Faltaban pocas horas y era todo el tiempo que tenía para resolver algo que sabía me llevaría más de un día para hacerlo como hubiera querido. Okay, soy muy perfeccionista, lo sé. Renunciando a esas autoexigencias podría haber sido resuelto en menos de un día, pero claramente ni eso tenía ya.

Era consciente de todo esto, y esperaba lógicamente las fuerzas salvadoras de último momento, las que me harían trabajar a toda máquina por lo que quedaba hasta tener que partir y me harían llegar apurado, angustiado y nervioso a aprobar. Pero no venían, y las horas pasaban...

Fue entonces que mi pieza fue atravesada por una luz nueva. Si bien mi espacio de trabajo estaba muy alumbrado ya, por la luminosidad natural que entraba por los ventanales y por, además, las lámparas del techo y del escritorio que estaban encendidas, entró una luz arrasadora, de magnitud incomparable a las ya presentes. Era luz directa del Sol. Se ve que este astro venía ascendiendo desde el horizonte por detrás de un edificio que está frente a mi balcón. Yo no me había dado cuenta, de hecho no me había dado cuenta que el cielo estaba despejado. Y es que tenía las cortinas cerradas y la luz que entraba era la misma que suele entrar en un día nublado. Pero no, no era el caso. El cielo estaba despejado y el Sol, en tanto superó esa construcción humana, empezó a calentar mi cuarto aún más de lo que ya estaba (y es que hace poco me había comprado uno de esos paneles Ecosol que tienen que estar un par de días prendidos la primera vez que se los enchufa y este ya llevaba como 90 horas).

Por algún motivo esto me emocionó, sentí que me reconectó conmigo, y tuve que abrir las cortinas inmediatamente. Aprecié el Sol majestuoso y no recuerdo bien si salí o no al balcón, tal vez sí pero no me habré quedado mucho supongo porque hacía frío. Sea como sea, me encontré a mi mismo en mi cuarto, horas antes de una entrega para la que no tenía nada resuelto, y lo que apenas había empezado necesitaba un milagro para llegar a convertirse en algo que mínimamente me permitiera aprobar. Y fue entonces cuando me di cuenta... que eso era cualquiera.

Convoqué a mi hermano Jonas y a mi amigo y compañero de experiencias espirituales Pinus en una charla de MSN para pedir consejo. Pregunté si tenían 10 minutos para dedicarme y tras su consentimiento empecé a relatar mi situación.

Mi situación... era además de lo que ya he contado, la carga de una promesa que me había hecho hace tres años, y los miedos que en ese tiempo se habían acumulado en mi. Yo empecé el CBC para Diseño de Imagen y Sonido (originalmente Industrial pero al cuatrimestre me cambié, aunque igual me comí Antropología, jajaja) en el 2006, año siguiente a mi egresión de la secundaria. Era lo que me parecía correcto en su momento, había que "aprovechar el tiempo". La vida pasa rápido y los estudios oficiales está bueno sacárselos de encima para poder trabajar cuanto antes de lo que a uno le gusta, y así poder seguir estudiando más cosas, o haciendo otras que uno disfrute, etc. Pero ese año pasó, y yo poco había logrado. Había dejado muchas materias y me faltaban la mitad más o menos, para fin de año. Durante ese verano tuve una crisis que me llevó a querer dejar la UBA ya en esa época, y el primer cuatrimestre del año 2007 no cursé nada. Mi idea era conseguir laburo pero eso no pasó, aunque sí empecé a estudiar astrología, y a mitad de año me encontré con que no había aprovechado el tiempo como hubiera querido, por lo que decidí volver y fue ahí en que me prometí... que terminaría el CBC aunque fuera lo último que haga.

Terminó el 2007... Empezó el 2008. Empecé a estudiar astrología en la Fundación CABA (antes lo hacía de forma particular con una astróloga en un grupo pequeño de tres personas). Empecé a trabajar ahora sí (curiosamente en un chatcenter que difamaba la astrología, lo cual no me dejó libre de más crisis internas y replanteos de valores). Y continué en el CBC. Parecía haberme activado, ahora sí, por primera vez en mi vida. Estaba haciendo muchas cosas. Pero no la estaba pasando bien, cursando durante mis francos, no teniendo días libres. Y me quedé libre (probablemente a propósito inconcientemente) en Proyectual 2. Continué con Dibujo (que es anual) y a mitad de año no quise volver a intentar dar Proyectual 2, decidí empezar acrobacia en la escuela de circo Redes, como para no solo estudiar sino también disfrutar algo que me gustaba.

Terminó el 2008. Yo había para entonces cursado cinco cuatrimestres de los seis disponibles para aprobar el CBC, tras los que, una vez acabados, uno tiene que dar las materias que no haya aprobado para ese entonces de forma libre (o por UBA XXI las que se pueden dar así). Ya habiéndome cambiado de laburo en el verano a un kiosco, no soportando más el chatcenter, decidí dejar esto también para esta vez... ASEGURARME que aprobaría Proyectual 2. Esta vez era bíblico. Era la última posibilidad. También me quedaba Soceidad & Estado, pero esta sí se podía dar por UBA XXI una vez pasados los seis cuatrimestres, así que decidí dejarla para la segunda mitad de año.

Empecé a cursar y la cátedra parecía fácil, prometía una éxito fácilmente asegurable, y la primera entrega... si bien fue medio dejada para el final, no fue enfrentada con muchas penas. Lo cual pareció malacostumbrarme, porque la segunda sí fue completada de pedo mal, ya que el día en cuestión, me encontraba afuera del aula, en unas mesas terminando y eran las 6 p.m. cuando la entrega era de 3 p.m. a 4 p.m. y el profesor me encontró ahí y me dijo que ya era tarde, que lo traiga la próxima. Yo sin poder reaccionar me quedé mirándolo y me dijo que bueno, que vaya al aula, que lo veía rápido. Fui, sin pensar siquiera en la vergüenza que me daba todo eso y en la poca cara que tenía. Y me saqué un "entre 5 y 6".

Una parte de mi se prometió, ya automáticamente, "es la última vez que lo hacés así, eh", como era la costumbre, pero otra parte de mi se empezaba a dar cuenta... que perdía el interés en estas vivencias.

Lo que antes me hacía sentir "poderoso", por así decirlo, es decir, el poder aprobar sin mucha dedicación, el zafar, ya no me interesaba. No quería demostrar mis capacidades de esa manera tan... deshonrosa. Pero no le di mucha bola a estas ideas que empezaban a aparecerme, yo me había hecho una promesa, yo terminaría el CBC aunque fuera lo último que haga.

De vuelta a mi pieza el Jueves en cuestión. Tercera entrega en pocas horas, y el Sol disparándome rayos de luz por mi ventana. Me di cuenta que... hace mucho no me sentaba a disfrutar del calor del Sol, de la inmensidad del Cielo, del misterio de la Luna, de la vitalidad del pasto y de la belleza de la Naturaleza. Me sentí... desviado del camino (que yo quiero recorrer, obviamente), por así decirlo.

Así que me encontraba chateando con mis dos hermanos y amigos y era evidente que yo ya había tomado una decisión, pero necesitaba de un otro para ayudarme a descifrarla. Tras un rato de tipeo me di cuenta que... ya no le tenía tanto miedo como creía a defraudarme. Si bien me asustaba un poco todavía, y es que, me sé una persona a la que le cuesta mucho perdonarse, y también soltar el pasado, me daba cuenta que ya no era tan terrible como lo hubiera sido antes (el romperme la promesa que me había hecho).

Tal vez eran las inmensas ganas de NO hacer lo que tenía que hacer lo que me hicieron sentir y razonar todo esto, jajaja, sea como sea, caí en la cuenta de que el tiempo había pasado... Yo ya no era el que había sido, el que se había prometido terminar el CBC. Y de hecho lo que fue en su momento un reto (terminar el CBC, que requería un disciplinamiento (no existe en la RAE la palabra, pero se entiende) que no tenía) se había transformado en estancamiento y la excusa perfecta para evadir el verdadero reto actual (buscar trabajo). Además Pinus me dijo "tenés la suerte de saber lo que querés hacer y lo que no, habiendo tanta gente en pelotas totales, yo por ejemplo xD, y te matás para cumplir una promesa de algo q ue no querés, no sé". Y tenía razón, había sido demasiado desperdicio de tiempo ya.

En ese momento me invadió una pequeña tristeza graciosa... Me daba como pena el que terminara así... Había imaginado desde siempre un final épico para todo este asunto. Una última corrida final, súper llena de nervios y angustias, que me hiciera temer lo peor para luego resultar en mi aprobación y finalización del CBC. Pero ya era solo... gracioso. Antes era algo que daba por hecho, IBA a ser así, era una certeza, ahora imaginar eso solo me resultaba gracioso y me daba ternura de lo bobo que puedo ser a veces, jajaja. Bobo por pensar que lo sé todo. Y es que bueno, la vida no se presenta siempre como uno imaginó, ¿nocierto?

Sea como sea, acertadamente me dijo alguno de los dos, que yo claramente ya había tomado mi decisión. Y era cierto. Agradecí, cerré la ventana. Llamé a mi madre al laburo, le conté todo lo vivido en la última hora, se conmocionó y se angustió un poco, pero me entendió y apoyó. Y luego al rato recibí un llamado de mi viejo, no sé para qué, pero lo aproveché para comunicarle esto brevemente y quedamos en vernos para hablarlo mejor, ya que por teléfono con él es difícil hablar. Ya en persona es difícil, así que imagínese uno por teléfono. Me eché a la cama un rato porque al fin y al cabo, había dormido solo tres horas. Y me despertó el portero eléctrico cuando llegó mi viejo. Fuimos al bar de la esquina a charlar y al rato estaba de vuelta en mi pieza, tranquilo, lo cual me indicaba que había tomado la decisión correcta, y con toda la vida por delante.

miércoles, 27 de mayo de 2009

Ataque en el super-market

Hoy soñé que ibamos al supermercado a comprar algunas cosas porque pintó la juntada con los bancarios y en medio de eso irrumpen los infectados. Claro que no podía ser así de simple xD En el trayecto me reencontraba con Sofía que estaba entre los que nos juntaríamos. Y caminábamos charlando bien, poniéndonos al día digamos. Y una vez adentro, buscando no sé qué cosa que quería comprar, vemos a una mina que laburaba ahí, medio agachada sobre un mostrador cerca de la góndola de las verduras, a quien ella se acerca para preguntarle dónde estaba lo que quería. Y descubrimos que se estaba dando un saque de merca xD Luego sí, irrumpieron los infectados y ahí, como me suele ocurrir afortunadamente en mis sueños, tenía "poderes" (nada muy zarpado, pero un poco más de velocidad, fuerza y awesomeness que no vienen nada mal). Por lo que era una aventura más divertida que trágica.

Fin.

lunes, 2 de marzo de 2009

(Por MSN)

Pinus:
how is the ondita here?
Puni:
which wave do you curt?
Pinus:
XD
curt kovain
osea, curto la policia loco

Puni:
se, cobanis putos
Pinus:
todos putos

Chats con sentido si los hay.

jueves, 26 de febrero de 2009

Claro... ¡era auto-humor lo que faltaba!

Esto de postergar posts por una semana se me está volviendo costumbre. Y es que el viernes pasado ocurrió algo que encuentro curioso y pasaré a contar. Pero primero remontémosnos un poco más atrás para que todos entiendan...
Desde hace unos meses, desde que la Novia del Olvido y yo terminamos nuestra relación, recordé algo que me había afectado ya una o dos veces en el pasado, cuando salí de otras relaciones. Era la falta de humor. No de diversión, porque mis amigos seguían y siguen ahí, en caso de que quisiera divertirme. Pero nada divierte realmente si no se tiene humor. Me costaba la risa; la interna. Por fuera todo es más fácil pero también menos valioso.
Y estaba, entonces, por fines del año pasado, aburriéndome de esto. Ya lo conocía y no me gustaba, pero no podía evitarlo. Y yo creo que todo cambia cuando uno realmente se cansa de lo que viene siendo, ¿pero tenía que aburrirme más todavía? ¿No había llegado a cansarme de la falta de risa suficientemente? Tal vez no, tal vez me faltaba otra cosa para conseguir lo que quería.
Fue el viernes, pues, un día de furia (y qué mejor manera de despertar que sacándose). Estaba yo en el kiosco y sabía que en algún momento de la mañana vendrían a motorizar la persiana que era hasta ese momento manual. Cuando llegaron, padre e hijo, cerré y me quedé adentro con ellos por el resto de mi jornada disfrutando de los fuegos artificiales (chispas cuando cortaban chapa, ¡adiós tímpanos! y luz incandescente cuando soldaban, ¡adiós retinas!). Esto no era lo más cómodo, y el polvo que se levantaba más el calor húmedo de mi querida Buenos Aires no ayudaba, pero traté de disfruta del show (y del hecho de que no iba a poder atender clientes en todo el día, aunque para mi sorpresa dos o tres valientes se asomaron en búsqueda de un yogur o unos cigarrillos).
A la salida ya tenía planeado ir a cerrar la cuenta bancaria que me habían abierto en mi anterior laburo. Los tipos estos terminaron justo para esa hora. Eran las 2 p.m. y mi relevo llegaba mientras ellos me explicaban cómo funcionaba la cosa. Se fueron, hice el cambio de caja (que me hace salir un poco más tarde siempre) y bajé la persiana para explicarle a mi compañera cómo funcionaba. Cuando traté de poner la puerta de escape no encajaba y noté que las franjas de chapa de la persiana estaban totalmente torcidas, algo debía estar flojo en el eje que no enrollaba parejamente. No sabía qué actitud tomar. No podía irme y dejarla en banda pero no quería quedarme mucho más. Y es que siempre me costó decir que no y poner límites, pero esto no era su culpa, son cosas que pasan (me decía a mi mismo mientras el diálogo interno de mi mente seguía y seguía). Llamó ella al dueño y este llamó a los tipos que aparentemente iban a volver según dijeron, por lo que yo era libre, pero (y he ahí lo que tanto me enojó conmigo mismo) no me fui al instante, di un par más de vueltas innecesarias y salí. Corrí una cuadra y noté que no había agregado la llave de la nueva puerta a mi llavero por lo que el Lunes no iba a poder entrar. Volví. Emprendí nuevamente mi carrera por la vereda mojada, esquivando gentes y demás obstáculos urbanos para llegar a la avenida Santa Fé. Estaba sobre Junín y tenía que tomarme el subte D para Congreso de Tucumán. Doblé en dirección a Callao (gran error ya que sobre Santa Fé el D tiene estación en Pueyrredón, que era para el otro lado. No en Callao, cuya estación está sobre Córdoba). En las siguientes cuadras decidí llamar a mi vieja solo para que me diga lo que no quería oír, quería preguntarle cuánto me llevaba el viaje realmente y si eran tan puntuales los bancarios y se iban a las 3 clavadas. Mientras sonaba el celular reconocí a la cercanía un pibe que suele pasar por el kiosco a pedirme algo para darle (y que al yo decir que no tengo nada realmente me pide un caramelo, y sí, se lo daba. Esto habrá ocurrido tres o cuatro veces, y yo laburo ahí hace un mes y tres semanas). Me sorprendió mi propia reacción cuando me adelanté y dije “No tengo nada” mientras seguía caminando. Solo llegué a escuchar un “No, amigo, no te quería pedir una mo-“, cuando, por si no me había quedado claro a mi mismo mi reacción, grité, esta vez, “’NO TENGO NADA!”, todo mientras seguía caminando. Todavía no caía en lo que acababa de ocurrir, y es que tratándose de mí, esa actitud es totalmente incoherente. Yo rara vez reacciono así con cualquiera y menos que menos maltrato a alguien de la calle (o mejor dicho, en la calle, ya que su procedencia no la conozco). Mi vieja me atendió y no me dejó terminar de decirle que quería preguntarle algo corto rápido que ya estaba diciendo “Te llamo yo, te llamo yo”. “¡ARGH! ¡ESTÁ BIEN!”, corté, “La puta madre”. Y recuerdo que si bien no lo entendía bien en el momento, empezaba a sentir una agradable sensación al escupir tanta ira innecesaria. Llegando a la esquina la atendí mientras caía en mi error: Todavía me faltaban cuatro cuadras para la estación de Callao. El diálogo que yo ya había imaginado tenía lugar para concluir con ella preguntándome si realmente iría, la verdad era que tenía toda esta semana para ir. Le dije que sí, que iba a ir al pedo, pero que iba a ir. Corté. Seguí corriendo. Llegaba a la plaza esa “de la Bond”, la de Rodriguez Peña, y ya no podía más. No sé por qué pero mi pierna derecha estaba que estallaba. Crucé y me di cuenta que… era cualquiera. Yo podía ir tranquilamente a hacer el trámite el Lunes y no había necesidad de ir al pedo, porque no había chances de que llegue ese día. Me causé gracia. No entendía por qué me había sacado tanto por algo tan pelotudo, y me causaba aún más gracia lo mal que me había movido en la última media hora de mi vida. De haberme manejado de otra manera ya estaría llegando al banco. Me causó gracia también qué tan rápido podía cambiar una decisión que tomara. O en realidad, lo poco convencido que estaba de lo que dije por teléfono. Qué haría ya era obvio, no iría. Así que me senté, transpirado, empolvado y dolorido en un banco mojado de la plaza, me saqué las zapatillas embarradas y me relajé. Creo que estuve como 15 minutos ahí. Estiré un poco la gamba y cuando lo creí pertinente, emprendí mi viaje a casa. Cuando llegué mi vieja me llamó para ver si había llegado. Me reí y le conté que apenas corté con ella me tiré a descansar abandonando mi supuesta empresa. Le conté rápidamente el resto de la anécdota y no podía evitar reírme, me causaba mucha gracia cómo me pude sacar por tan poco. Tal vez venía acumulando cosas de hace rato, tal vez no, no lo sé, lo que sí sabía, es que poco a poco obtenía lo que quería.
Y aprendí algo copado ese día: Si me río de mi mismo, nunca me van a faltar motivos para hacerlo, porque yo soy el único que me voy a acompañar toda la vida.
Después, otros detalles jugosos, podrían ser ciertas personas que estoy conociendo, situaciones en las que me estoy viendo involucrado o nuevas reacciones (risas) que estoy teniendo ante cosas que antes no me despertaban eso. Sea como sea, está decidido que esto quiero para mi presente, y si bien este no es el post más gracioso del mundo ya vendrán otros. Todo comienzo necesita una introducción, y yo ya lo estoy lamentando por el que lea esto, porque veo cómo disfruto de explayarme irresponsablemente por este medio, y vaya que lo seguiré haciendo, jajajaja.

martes, 24 de febrero de 2009

Musa bloguera


Ella es Julia y tiene una boca inmensa. También un blog y un sentido del humor que encuentro muy divertido. Y si bien hace rato venía con ganas de hacerme uno de esos, es ella en gran medida, la que me motivo para concretarlo. Ahora, fijate cómo son las cosas, que venía colgando con el comic desde la semana pasada y oh casualidad lo vengo a terminar el día en que la señorita terminó definitivamente el secundario. Así que ¡felicitaciones a ella por eso!

Trivia: Su religión dista en una letra de su nombre. ¿Puedes adivinar cuál es? xD!

martes, 17 de febrero de 2009

Words Bang

Todo universo necesita una explosión primera para empezar a funcionar, y como este va a ser un lugar de palabras (aunque no dudo que prontamente aparezcan dibujos también) qué mejor que el título de esta entrada (que desborda ingenio, al igual que el nombre del blog por cierto, lo sé) para debutar en esto de ser blogger.
Y como no quiero caer en las vueltas de mi perfeccionismo que me llevaron a posponer suficientemente ya el estreno de esto, listo. He aquí mi blog, que sea lo que tenga que ser, y que lo disfrute el que quiera. Por lo pronto yo lo haré. Muá, muá.